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sábado, 29 de septiembre de 2012

SER Y SABER


Es necesario comprender que el Saber depende del Ser.

En la estructura del conocimiento occidental, se admite al Saber como la riqueza intelectual de un eminente erudito. Damos mayor valor al Saber, pero no le damos al Ser el mismo valor, ni nos avergonzamos del nivel inferior de nuestro propio Ser. No siquiera comprendemos lo que esto significa. No comprendemos que el grado de Saber es en función del grado de nuestro Ser.

Cuando el Saber  sobrepasa demasiado al Ser, nos volvemos teóricos y, en lugar de ayudar a la vida y a los demás empezamos a complicarlo todo, ya no podemos aportar sino nuevas dificultades y problemas que antes no existían.

La explicación es que el Saber que no está en armonía con el Ser, se encuentra en un nivel inferior, carece de la suficiente calidad para resolver las necesidades de la humanidad. Es el saber de una cosa, unido a la ignorancia de otra, el saber de algunos aspectos materiales y el total desconocimiento del resto, incluyendo lo que está más allá de la materia.

Esto es precisamente lo que ha sucedido dentro de la cultura occidental, opuesta a la oriental, en la cual es el Ser el que más importancia tiene, lo que es igualmente un desequilibrio, que ha tenido como consecuencia lógica un estancamiento.

El hombre moderno en sí presenta características de preponderancia a su saber cuyo resultado ha sido la ausencia de unidad en sí mismo que se atribuye a una conciencia lúcida, libre y vive creyendo que tiene la capacidad de hacer, en general vive un sueño.

El hombre moderno y la mujer moderna, nacen en el sueño, viven en el sueño y mueren en el sueño. ¿Qué puede saber un sujeto que duerme?

Querido estudiante, es con base en tu investigación que lograrás comprender a cabalidad este aspecto. El sueño es el rasgo principal de nuestro Ser. Con las prácticas que en esta ocasión te estamos dando lograrás que este criterio se te haga evidente. Si un hombre quiere verdaderamente saber, debe reflexionar, ante todo en la manera de despertarse, es decir, de cambiar su ser.

En nosotros, el ser exterior tiene muchos lados diferentes: actividad o pasividad, veracidad o mala fe, sinceridad o falsedad, coraje o cobardía, control de sí mismo o libertinaje, irritabilidad, egoísmo, disposición al sacrificio, orgullo, vanidad, presunción, 

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